Hemos resistido de marzo a octubre pero finalmente el COVID entró en la residencia como en tantas otras. Deberíamos reflexionar todos sobre ello pues es un fracaso de todo el conjunto de la sociedad. No hemos sabido proteger a nuestros mayores cumpliendo las medidas de prevención y la más importante que era quedarse en casa y no reunirse con los demás es lo que hemos sido incapaces de hacer. La responsabilidad social individual ha sido un fracaso.

Nuestros mayores son uno de los grupos de riesgo y les hemos decepcionado. Que quede claro que los trabajadores de las residencias no somos los culpables de que entre el virus, por supuesto que entra a través de nosotros pero por el trabajo que desempeñamos hemos dejado de tener vida social desde marzo y cumplimos todas las medidas…pero si hay transmisión comunitaria a nuestro alrededor de tal magnitud al final nos llega. Los trabajadores no somos culpables ni delincuentes, somos víctimas de la pandemia.

Nos ha dejado tocadas a todas por la impotencia que sientes: te comunicas con Salud Pública, nuestro centro Salud de Daroca, y el Departamento de Ciudadanía y activas el plan de contingencia. La primera semana es un caos sectorizando y separando los casos, controlando constantes, poniendo tratamiento a todos los pacientes y recibiendo los resultados PCR de todos y haciendo frente a bajas de trabajadoras, la segunda semana reorganizas, modificas, cambias y aplicas protocolos, sueñas con los abuelos, con sus constantes y en la tercera semana empiezas a volver  a la normalidad…y entre tanto asume las pérdidas de los que no van superando la infección, nos hemos dejado la piel para salvarlos pero los que se fueron no se podía hacer nada por ellos….Esto es lo que más me ha dolido: el momento en el que te das cuenta de que no hay nada que hacer, la impotencia que sientes…Es un brevísimo resumen de lo ocurrido pero lo vives como una pesadilla, una guerra…

No vamos a decir quiénes han fallecido por respeto a familiares y a todos nosotros, ni tampoco qué trabajadoras nos hemos contagiado porque a nadie le importa y eso es lo que menos interesa. Cada vez que alguien me ha preguntado por el número de fallecidos me ha dolido pues para nosotras una sola pérdida es demasiado y para mí NO SON NÚMEROS, SON MIS ABUELOS. Esas despedidas se las haré llegar a los familiares directamente.

Agradezco de corazón la atención recibida por el centro salud de Daroca y en especial nuestro médico Jose Manuel y nuestra enfermera Lourdes pues nos han ayudado en todo momento;  y a los familiares porque me han transmitido confianza en cómo lo hemos gestionado todo, nos has entendido y hemos empatizado ambas partes con el dolor que hemos sufrido: MUCHAS GRACIAS. Hemos tenido total transparencia con ellos.

Voy a hacer la despedida a tres de mis abuelos ya que al no tener hijos me siento más responsable: Tomás,  Victorino y Mª Pilar. Las últimas voluntades de Mª Pilar fueron incinerarse y volver a la residencia con su familia, como ella nos llamaba a todas nosotras, y hacerle una despedida con todas las trabajadoras, cuando podamos hacerlo hago su despedida. Cada uno de ellos se merece una despedida individual, hoy a Tomás.

Adiós a Tomás

He querido buscar fotos en las que se desprende su gran corazón, esa sonrisa que nos tenía locas a todas, pues Tomás era nuestro «osito». Para mí era muy especial, ya que ingresó en mi residencia el 20 de febrero de 2015 y abrí la residencia el 15 de febrero del 2015. Fue mi segundo paciente y una de sus sobrinas me pidió plaza para él como última oportunidad para no acabar en un psiquiátrico por su temperamento.

Recuerdo el día que ingresó, en su mirada sólo había odio hacia los demás y sobre todo los uniformes. Venía del hospital muy traumatizado y tampoco guardaba buenos recuerdos del otro centro pues Tomás mostraba agresividad si no le dejabas hacer lo que él quería. Le costaba comunicarse con los demás al ser sordo también. Siempre he sentido debilidad por pacientes de salud mental y Tomás me llegó al corazón y me robó un pedazo de él.

Dediqué muchas horas, muchos días, mucho trabajo en equipo…hasta mi hija Nayara participó en la rehabilitación de Tomás, pues le llevaba con la grúa por la residencia y él con ella respondía, veía algo bueno en sus ojos. Y llegó la transformación de un Tomás que no andaba, con sonda en el estómago pues no comía por sí solo, agresivo y desconfiado en un Tomás lleno de vida, que andaba, comía él solo pues se le retiró la sonda, y nos quería a todas, nos sonreía y era feliz…Tenía tanta complicidad conmigo que con sólo una mirada entre los dos nos decíamos todo y él siempre me hacía con los brazos un gesto de calma, tranquilidad…era genial!!!!!!!!!!!!!!. También recuerdo cuando otro residente se ponía nervioso y gritaba, él me miraba y hacía ese gesto que significaba: Vaya, vaya…con éste!!!, o intentaba poner la zancadilla a alguno que le cayese mal…era como un niño pequeño. Doy las gracias a los familiares de Tomás por traerlo conmigo y que pudiese conocer a una persona tan especial y maravillosa escondida en ese caparazón que tanto me costó romper, forjado de tantos años al ser tan incomprendido.

Tomás, siempre vas a estar conmigo!!!!!!!!!! un abrazo a la familia.

La primera foto está patinando Nayara y él sentado en la silla y como le gustaba verla por la residencia pues en tu honor va esta primera foto.

 

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